¿Quién
escribió el libro?
¿Quién
contó las historias?
Dicen que fue en Utatlán que lo escribieron,
dicen que fue en Q'umarkaj que contaron las historias.
Yo no sé.
Allá donde vivió el rey-héroe Tecum,
el último,
el nieto del gran K'iq'ab, hijo del gran Tepepul,
señor descendiente de señores,
guerrero.
El que se enfrentó a Tunadiúh,
el que murió con un ave Quetzal en
el pecho,
pecho con pecho, pintó el rojo
en el pecho del ave Quetzal, ave
serpiente.
Ahí se terminó nuestro pasado,
ahí comenzó nuestro futuro.
Tunadiúh… Don
Pedro, querrás decir;
esa
historia ya me la sabía.
Pero dime
más del libro, es lo que me interesa.
Yo no sé.
Son historias viejas, lo escribieron
los viejos.
Ahí habla de nosotros, del pueblo,
de nuestro tiempo de antes, son
memorias…
¿Quién
eres?
Un sueño. Busca el libro de todos
nosotros.
¡Despierta!
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Así
llegaron las memorias,
así se
llenaron mis sueños,
así las
palabras florecen dentro de mi.
No soy un
científico, ni un historiador,
no soy un
místico, ni un sabio,
no soy de
la sangre Maya
pero soy
del pueblo de la humanidad;
soy una
persona común,
nací aquí,
en este tiempo, fue mi suerte.
Si escribo
esto es por admiración,
por
identificación.
Hoy, con
el fin de la cuenta larga encima,
esperando
el nuevo tiempo,
desconcertado
y expectante,
deseando
lo mejor.
Que el
próximo capítulo del mundo brote
como una
ceiba, robusta, en plenitud,
que
conecte el cielo con la tierra,
la ciencia
con la espiritualidad,
los actos
con la consciencia.
Lo legado,
lo escrito, lo supuesto,
lo cierto,
lo perdido, lo encontrado;
esto es lo
que hay, es lo que queda,
un poema,
un atrevimiento,
un
homenaje.