una interpretación libre y poética de la historia,
por Pablo Hernández M.


“¡Salve, Bellezas del Día, Maestros Gigantes, Espíritus del Cielo, de la Tierra,
Dadores del Amarillo, del Verde, Dadores de Hijas, de Hijos! Volveos, esparcid el verde, el amarillo, dad la vida, la existencia, a mis hijos, mi prole. Que sean engendrados, que nazcan vuestros sostenes, vuestros nutridores, que os invoquen en el camino, la senda, al borde de los ríos, en los barrancos, bajo los árboles, bajo los bejucos. Dadles hijas, hijos. Que no haya desgracia, ni infortunio. Que la mentira no entre detrás de ellos, delante de ellos. Que no caigan, que no se hieran, que no se desgarren, que no se quemen. Que no caigan ni hacia arriba del camino, ni hacia abajo del camino. Que no haya obstáculo, peligro, detrás de ellos, delante de ellos. Dadles verdes caminos, verdes sendas. Que no hagan ni su desgracia ni su infortunio vuestra potencia, vuestra hechicería. Que sea buena la vida de vuestros sostenes, de vuestros nutridores, ante vuestras bocas, ante vuestros rostros, oh Espíritus del Cielo, oh Espíritus de la Tierra, oh Fuerza
Envuelta, oh Pluvioso, Sembrador, Volcán, en el cielo, en la tierra, en los cuatro ángulos, en las cuatro extremidades. En tanto que exista el alba, en tanto que exista la tribu, que estén ellos ante vuestras bocas, vuestros rostros, oh dioses”.

Popol vuh

Epílogo - declaratoria de intención y fin



¿Quién escribió el libro?
¿Quién contó las historias?

Dicen que fue en Utatlán que lo escribieron,
dicen que fue en Q'umarkaj que contaron las historias.
Yo no sé.

Allá donde vivió el rey-héroe Tecum, el último,
el nieto del gran K'iq'ab, hijo del gran Tepepul,
señor descendiente de señores, guerrero.
El que se enfrentó a Tunadiúh,
el que murió con un ave Quetzal en el pecho,
pecho con pecho, pintó el rojo
en el pecho del ave Quetzal, ave serpiente.
Ahí se terminó nuestro pasado,
ahí comenzó nuestro futuro.

Tunadiúh… Don Pedro, querrás decir;
esa historia ya me la sabía.
Pero dime más del libro, es lo que me interesa.

Yo no sé.
Son historias viejas, lo escribieron los viejos.
Ahí habla de nosotros, del pueblo,
de nuestro tiempo de antes, son memorias…

¿Quién eres?

Un sueño. Busca el libro de todos nosotros.
¡Despierta!

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Así llegaron las memorias,
así se llenaron mis sueños,
así las palabras florecen dentro de mi.
No soy un científico, ni un historiador,
no soy un místico, ni un sabio,
no soy de la sangre Maya
pero soy del pueblo de la humanidad;
soy una persona común,
nací aquí, en este tiempo, fue mi suerte.
Si escribo esto es por admiración,
por identificación.

Hoy, con el fin de la cuenta larga encima,
esperando el nuevo tiempo,
desconcertado y expectante,
deseando lo mejor.
Que el próximo capítulo del mundo brote
como una ceiba, robusta, en plenitud,
que conecte el cielo con la tierra,
la ciencia con  la espiritualidad,
los actos con la consciencia.

Lo legado, lo escrito, lo supuesto,
lo cierto, lo perdido, lo encontrado;
esto es lo que hay, es lo que queda,
un poema, un atrevimiento,
un homenaje.