Morí. No recuerdo dónde,
no recuerdo cómo morí;
si en un campo de batalla,
si en un sacrificio,
si morí de viejo,
si morí ahogado,
si con violencia,
o si morí rodeado de amor.
No sé si fui hombre o si fui mujer,
no sé si morí siendo niño, si tuve
hijos.
No sé si fui bueno o malo,
no sé si viví conforme las
costumbres,
si respeté las tradiciones.
No recuerdo nada de la vida, solo
que viví.
No se qué fui,
si fui un Dios,
si un sacerdote,
si un cazador,
si un guerrero,
si una sombra.
¿Habré cumplido mi misión?
¿Qué me espera?
No sé en dónde estoy.
¿Es Xibalbá, el inframundo, esta oscuridad?
No sé a dónde voy
acompañado por estos rostros,
estas figuras, ¿serán muertos como
yo?
espíritus buscando el camino,
la claridad. Como yo,
buscando la luz o algo.
El renacimiento, trascender.
Ahora me siento seguro, no siento
miedo.
¿Es esto la muerte?
Un universo de seres que me rodea,
esperando,
yendo de paso hacia algún otro
lugar.
Olvidar y comenzar otra vez.
¿Y después?
¿A dónde llegará este camino?
Si acaso encuentro la luz,
si acaso regreso a unir mi energía,
si alimentaré a ‘Corazón del cielo’.
O si seré otra representación de mi,
si regresaré y emprenderé otro
viaje,
si me diluiré y entraré en otra
vida.
¿O acaso algo más aún no imaginado?
Sea lo que sea, es lo que debe ser,
no será otra cosa.
Esperaré.
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Este es el
eco de una voz que rebota
en la oscuridad de una dimensión
imaginada.